jueves, 31 de enero de 2008

El Escondite de Charlotte


Charlotte siempre tenía marihuana en la mesita de centro de su disparatada sala.
En cuanto la habitación sentía el olor de la compañía ,esta ya sabía que la humeante hierba empezaría a ofrecer a manos llenas, argollas gruesas, humosas y cargadas de lo que ella llamaba muy equivocadamente y quizás desconociendo por completo el significado de esas palabras, "instantes de paz".
La casa de Charlotte siempre fue para mi un misterio, y lo fue mas aún, cuando por fin la logré conocer. Talvéz hubiera preferido seguir imaginándome y creando mil y una historias en mi mente de como podría ser el escondite de Charlotte….nadie hubiera dicho que al conocer la tan imaginada guarida, aun hasta mis mas descabelladas y ambiciosas versiones mentales, serían poco en comparación con la absurda y pintoresca realidad que me esperaba.

Después de mil y una excusas que ella misma ponía para posponer la ansiada visita; por fin llego el día en que tuve carta libre para ir a conocer las tan anheladas instalaciones.
Cuando puse la primera mitad de el pie dentro de la casa de Charlotte, pude oler, ó mas bien intuir, un tufillo a abandono y soledad biliosa que me turbo un tanto , pero no lo suficiente como para hacerme desistir en la intrépida expedición.
El jardín seco, amarillo y olvidado, hacia juego con la vida que le había tocado vivir; habían tres o cuatro árboles muertos pero aun de pie, siempre que los volvía a ver, reía a escondidas pensando en mucha gente, que insiste en que los demás crean en que siguen vivos, solo por el simple hecho de que respiran, se mueven, hablan, y dominan el Excel.

La cocina era una habitación lúgubre, gris, fría y helada; la cual rara vez era tocada o siquiera rozada por un humano, pero que mas bien, servía de refugio para dos gatos callejeros, los cuales tenían una mirada que parecía estar tras un velo blanco, viscoso y opaco…..una mirada poco gatuna y muy humana.

Si no hubiese estado en el interior de la casa, me hubiera atrevido a pensar que las habitaciones estaban inundadas de neblina, de esa clase de bruma que te congela los huesos en invierno.

Un metro,que parecía un continente, mas allá, estaba lo que muchas personas hubieran interpretado como una sala; en ella, y sobre una chimenea de gélido ladrillo caravista,habia un cartel de neón que alguna vez brilló, pero eso fué ya hace mucho tiempo atras.En el se leía una palabra que probablemente solo tenia significado para Charlotte y para un loco.

En el otro extremo de la que llamaremos "sala" y sin ningún motivo aparente, había una casaca de los anos 60’s a manera de decoración, muy parecida a la que usaba Kevin Arnold en la serie "Los Años Maravillosos" ,esta estaba colgada muy alto y encima de las amarillentas y gruesas cortinas mediante un remedo de colgador hecho de un fierrucho tan débil, oxidado, triste, flaco y retorcido que me hizo recordar la colección de fotos cibernéticas con los diferentes órganos viriles de web-pretendientes,que Charlotte guardaba almacenados alfabéticamente en su disco duro, muy duro de roer.
Finalmente me fue presentada la habitación donde ocasionalmente y con un poco de suerte, el sueno solía darle una tregua a Charlotte; esta tenía una cama donde reposaba un cubrecama con motivos de leopardo, la cual era ya, la única fiera que hasta ahora dormía a su lado.
Mientras miraba a Charlotte esforzarse demasiado por parecer cómoda dentro de su propio mundo, ese que había compartido conmigo esa tarde; me di cuenta de que el mundo de Charlotte y el mío eran muy parecidos ,talvez la única diferencia era la palabra que yo quisiera leer en mi propio letrero de neón….

1 comentario:

Anónimo dijo...

al parecer la casa d charlotte vendria a ser algo asi como la telaraña de charlotte. un enmarañado dolor de cabeza expresado con decorados libres de juicio i razon. apostaria q el letrero de neon decia "mio"... por lo menos eso es lo q diria el mio de tener uno.